La sinfonía de la rueda se paraliza
salpican las últimas gotas de aliento
en el suspiro denso de un sueño inconcluso.
Una carrera detenida.
Una simiente destruida.
Un corazón arrítmico salta a la deriva.
No creía que esta calesita me diría basta
y sin sortija.
Me dejó en mutismo
en el tiempo de la cosecha
de la siembra
del riego
o de la espera.
Habrá que reinventarse nuevamente.
Todo y nada.
Nada ni nadie.
Solo aquellos con quien respire la vida resistirán.
Un cosmos nunca ha sido
y siempre ha existido.
No importan los caminos
los formatos
ni los cuerpos disímiles.
Quienes con qué
y tantos con que nada.
El reconstructor del suelo y el aire
detuvo su andar
en una inhalación reparadora.
Me pondré tus zapatos
o andaré descalza en el mendigo
ensayando la vida.
Si te recuerdo me habitas
no hay distancia
ni desahucios.
Un desconocido cerró la puerta de mi casa
me puso freno.
Me llamó a retiro.
Me dijo: detente autómata.
Hasta donde llegan mis abrazos yo te abrigo.
Hasta donde se escucha mi palabra
soy tu amigo.
Hasta donde el silencio te recibe
soy tu hermana.
Hasta donde parece no llegar nada
soy tu madre.
No hay más tiempo para que la humanidad libere
su espíritu sanador
recupere el habla
el sentir
el ritmo interior que se ha quedado pasmado de escucharte.
Alista las alas que disimulaste en el baúl de lo inservible
inicia la única búsqueda que vale la pena.
Tiempo de pan de mí… a veces.
Habrá lo que piense
pensaré lo que haya.
Sin sentido se ha encontrado el mundo y dijo basta.
Se inclinó a mirarnos y sonrió
espera que las indefensas almas se hagan humanas
que alcancen su propia música en una danza que todos queremos bailar.
Una ventanita se abre por las mañanas.
Si te olvidas de mirarla
seguirás en la calesita del andar sin sentido
encerrado y desorientado
en una cadencia mentirosa adormecedora
donde las palabras cuentan
un mundo aterrador
o un tonto resplandor ilusorio.
La existencia siempre asume una ventana al amor
y una ventana al sinsentido.
El mundo que he encontrado me ha sonreído
me dio paz
me trajo a la vida sin tiempo
me dijo susurrando a mi oído:
“Que la quietud despierte tu mirada atenta
para hallar la música sublime
y a pan de mi
sigas respirando la vida.”
Yo, en el silencio de la quietud
con los pájaros cantando
las flores renaciendo
y las almas reencontrándose
pude ver una vez más
antes de irme
que de nada sirve la sortija
si la calesita no me lleva a ningún lado.